II.
AL
SUR DE LA CAPITAL JORDANA.
Fragmento de mosaico de Mádaba |
Mádaba, el
Mar Muerto y el Monte Nebo.
Pero quizás la “aventura” nos espera en el sur
de los puntos anteriores. Así, a 32 kilómetros por debajo de Ammán está Mádaba, la “ciudad de los mosaicos”,
que tiene en su Iglesia bizantina de San Jorge un mapa-mosaico de Palestina del
siglo VI, tal vez el más antiguo de la Tierra Santa, con una riquísima
información de la zona: ciudades, montes, ríos, Mar Muerto, y curiosidades
adicionales, como es el caso de un pez representado en el río Jordán que,
alegremente, va hacia el Mar Muerto y que también se le representa volviendo
espantado ante la salinidad mortífera de este gran lago, situado a unos 420
metros bajo en nivel de los mares del mundo.
Flotando en el Mar Muerto |
En el Mar
Muerto -inmediatamente accesible desde Mádaba- podemos sentir la sensación
de ingravidez, pues entrando en sus aguas -muy cálidas- es imposible
sumergirse: siempre se flota como si
estuviéramos en un espacio sin atmósfera; tal es su extraordinaria
salinidad. ¡Como extraordinario es el calor que nos golpea en su entorno, y en
invierno hace las delicias de jordanos y turistas! También “las delicias del
turista” es observar a las mujeres musulmanas sumergiéndose en sus aguas con
toda su parafernalia de ropajes negros que apenas dejan ver la cara, o las más
jóvenes con bañador de “surfista”, cabeza incluida tapada: no por ello se
molestan con los bikinis europeos, por mínimos que sean.
Moisés en el Monte Nebo |
En lo alto, a la vista de este mar y teniendo a
sus pies la tierra “prometida” de Israel, está el Monte Nebo, desde donde Moisés contempló el asentamiento de los
suyos, tras cuarenta años de peregrinación por el desierto. Asentamiento
del que no pudo disfrutar, pues su dios lo castigó con la simple contemplación
por las debilidades de su fe en el poder divino. Lo cierto es que el paisaje
que desde allí se ve no es muy atractivo para el asentamiento apacible: puro
desierto de valles y montañas sin rastros de vegetación, más que algunas
plantas xerófilas, escuálidas.
Petra, el
“plato fuerte” de Jordania
En la Pequeña Petra |
Pero el “plato fuerte” de Jordania es la ciudad
de Petra, a 230 kilómetros al sur de
Ammán. Precedida por la “Pequeña Petra”
-que es igualmente una magnífica ciudad a la que se accede por un estrecho
cañón, digna de una visita detenida, con la ventaja de una menor masificación-,
esta urbe de piedra rosa llegó a ser el centro del comercio de Arabia y el
principal destino de las rutas caravaneras procedentes del Extremo Oriente.
Fundada hace más de 2.000 años, lo que hoy
contemplamos es esencialmente una “ciudad de los muertos”, pues las
excavaciones en la roca arenisca que son la admiración del mundo hoy día eran
estancias para depositar los féretros de los difuntos, labrándose las fachadas
de forma monumental, grandiosa e inigualable. La roca se trabajaba de arriba
abajo, accediendo por escaleras laterales realizadas en la misma piedra; los
canteros conseguían fachadas de inusitada armonía, siendo cada obra una lección
de arte, con precisiones matemáticas, consiguiendo darle a los inmensos bloques
de piedra un aire de levedad, desenvoltura, espacios libres, realmente
increíbles.
Petra." El Tesoro del Faraón". |
El derroche
de columnas, capiteles nabateos (sus constructores), frontones, cornisas,
hornacinas, templetes superiores de bulto redondo… adquieren la perfección
en el llamado Khazneh Firaoun (Tesoro
del Faraón) -con 40 metros de altura y 28 de ancho-, al comienzo de la ciudad,
tras pasar por el desfiladero que nos lleva a ella, también labrado con
hornacinas, tumbas y templetes, así como con conducciones para agua que
llevaban al interior, donde habitaban los nabateos.
Más adelante, las tumbas de la Urna, de la
Seda, del Palacio (la fachada más grande, con 49 metros de ancho y 46 de alto),
a la derecha, nos aparecen entre otras múltiples y abigarradas construcciones;
a la izquierda presentan aportaciones romanas: teatro, templo y otras
construcciones igualmente labrados en la roca.
Petra. Tumbas reales. |
Arriba, tras subir más de ochocientos
escalones, nos espera el Deir (Monasterio), de dimensiones parecidas al Palacio
y estilo constructivo similar al Khaznech Firaoun, si bien totalmente exento, en tanto el Tesoro va encuadrado
en un gigantesco alfiz pétreo.
La ciudad de Petra es Patrimonio de la
Humanidad desde 1985, siendo uno de los sitios arqueológicos más célebres del
mundo, con una mezcla prodigiosa de las tradiciones constructivas del Antiguo
Oriente y la arquitectura helenística.
Desierto de
Wadi Rum.
Desierto de Wadi Rum |
Más al sur, acercándonos ya al Mar Rojo, se nos
ofrecen las 74.000 hectáreas de Wadi
Rum, impresionante desierto de arena y montañas de piedra arenisca, que
junto a Petra sería escenario fundamental de las correrías de Lawrence de
Arabia.
Patrimonio de la Humanidad desde 2011, sus
petroglifos, inscripciones y restos arqueológicos atestiguan 12.000 años de
ocupación humana. 25.000 tallas en roca con 20.000 inscripciones nos revelan la
evolución del ser humano y el primer desarrollo del alfabeto. La presencia de
campamentos de beduinos, con sus camellos, cabras, ovejas, escasos enseres que
ofrecen al turista, para mantener su vida libre y nómada, ponen un punto de
vida en medio de la bellísima desolación de arena roja y rocas inmensas, más
rojas todavía.
Solo
los beduinos, en sus viejos coches 4x4, pueden conducirnos por estos arenales y
gigantescos pedruscos sin temor a perdernos, al tiempo
que nos ofrecen el reconfortante descanso de sus tiendas, su té verde con
hierbabuena, los pinchos de cabrito, oveja y pollo, las verduras traídas a
saber dios de dónde. Una aventura “controlada” para los que desde nuestra
tierra de contrastes a lo más que llegamos en “desolación” es a la inmensa
llanura cacereño-trujillana o los extensos pastizales de La Serena.
Y aquí deshacemos otra vez el tópico: no se
molestan los beduinos por nuestros pantalones cortos o cortísimos, las
camisetas de tirantas e incluso los increíbles tacones de alguna turista
estrafalaria. Están muy ocupados con sus animales y escasas posesiones, y
practican la hospitalidad ancestral de los pueblos envueltos en la inmensa soledad.
(Continuará)
(Continuará)
Moises, haces honor a tu nombre, una sencilla y humana conducción del viaje por el "desierto jordano", que para algunos creo ha sido un autentico vergel de sensaciones y experiencias.
ResponderEliminarEnhorabuena por tu trabajo y gracias
Lorenzo