jueves, 11 de julio de 2013

EXTREMEÑOS POR JORDANIA
(resumen) 
Grupo Mecenas en la ciudadela de Ammán
MOISÉS CAYETANO ROSADO
Siguiendo una sana costumbre -que el año pasado nos llevó a Turquía-, el Grupo Mecenas del Conjunto Monumental de Mérida nos ha proporcionado la oportunidad de viajar a Jordania.
Viajes a los que tienen prioridad sus socios (abierto a todo el que quiera inscribirse, como colaboradores del Conjunto Monumental), pero de los que también pueden disfrutar (y así ocurre) otros ciudadanos amantes de la historia, el arte, la arqueología, los viajes de “aventura controlada”.
Ammán, la capital jordana -punto de llegada-, es una extensa ciudad de edificios generalmente bajos, de pocas plantas, color ocre, que se extienden por diecinueve colinas y tiene su lugar más atractivo en la primitiva Ciudadela, con 1’7 kilómetros de muralla, donde destaca el Palacio Omeya (con espectacular sala de audiencias), una basílica bizantina, templo, foro, teatro y otros monumentos romanos.
Al norte de Ammán, a poco más de 50 kilómetros, sobresale la ciudad de Jerash, que para nosotros, los extremeños, y especialmente los residentes o  habituados a Mérida, viene a ser como una “ciudad hermana”: su legado romano le hace ser conocida como la “Pompeya del Este”.
A unos 15 kilómetros está el castillo de Ajlum. Impresionante fortaleza similar a nuestros castillos de la Baja Edad Media, con un meritorio sistema de entrada de puertas en recodo, fosos y matacanes que le hacían inexpugnable.
Hacia el desierto inmenso del este, que nos lleva a las fronteras de Siria e Irak, se encuentran una serie de castillos y fortalezas que son puntos estratégicos para el resguardo de los caravaneros, fortalezas-palacios de los califas y príncipes, y castillos propiamente estratégicos, defensivos y de acopio para finalidades bélicas. En este último caso, nos recuerdan a los castillos roqueros extremeños, si bien en medio de la inmensidad plana del desierto y no en los picos elevados de cerros y montañas.
Pero quizás la “aventura” nos espera en el sur de los puntos anteriores. A 32 kilómetros por debajo de Ammán está Mádaba, la “ciudad de los mosaicos”, que tiene en su Iglesia bizantina de San Jorge un mapa-mosaico de Palestina del siglo VI, tal vez el más antiguo de la Tierra Santa.
En el Mar Muerto -inmediatamente accesible desde Mádaba- podemos sentir la sensación de ingravidez: en sus aguas -muy cálidas- es imposible sumergirse: siempre se flota como si estuviéramos en un espacio sin atmósfera; tal es su extraordinaria salinidad. En lo alto, a la vista de este mar y teniendo a sus pies la tierra “prometida” de Israel, está el Monte Nebo, desde donde Moisés contempló el asentamiento de los suyos, tras cuarenta años de peregrinación por el desierto.
Pero el “plato fuerte” de Jordania es la ciudad de Petra, a 230 kilómetros al sur de Ammán. Urbe excavada en su piedra rosa, llegó a ser el centro del comercio de Arabia y el principal destino de las rutas caravaneras del Extremo Oriente. El derroche de columnas, capiteles nabateos (sus constructores), frontones, cornisas, hornacinas, templetes superiores de bulto redondo… con destino funerario, adquiere la perfección en el llamado  Khazneh Firaoun (Tesoro del Faraón) -con 40 metros de altura y 28 de ancho-, al comienzo de la ciudad.
Arriba, tras subir más de ochocientos escalones, nos espera el Deir (Monasterio), de dimensiones parecidas, totalmente exento, en tanto el Tesoro va encuadrado en un gigantesco alfiz pétreo.
Petra es uno de los sitios arqueológicos más célebres del mundo, mezcla prodigiosa de tradiciones constructivas del Antiguo Oriente y arquitectura helenística.
Más al sur, acercándonos ya al Mar Rojo, se nos ofrecen las 74.000 hectáreas de Wadi Rum, impresionante desierto de arena y montañas de piedra arenisca, que junto a Petra sería escenario fundamental de las correrías de Lawrence de Arabia. Solo los beduinos, en sus viejos coches 4x4, pueden conducirnos por estos arenales y gigantescos pedruscos sin temor a perdernos. Una aventura “controlada” para los que desde nuestra tierra de contrastes a lo más que llegamos en “desolación” es a la inmensa llanura cacereño-trujillana o los extensos pastizales de La Serena.
Viaje para recomendar, por su belleza, seguridad para el turista y riqueza patrimonial, histórica, artística, arqueológica y etnográfica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario