domingo, 24 de junio de 2012


EL LEÓN DEL DESIERTO

        Acabo de ver en 13TV la película “El león del desierto”, dirigida por Moustapha Akkad en 1979. Es uno de esos films de referencia al que merece volver de nuevo, un clásico cinematográfico, de cine bélico y antiimperialista, que tanto me recuerda a la literatura anticolonial varias veces  traída a estas páginas. No en vano en esos años en que se desarrolla la acción: la ocupación italiana de Libia y la lucha guerrillera de los beduínos dirigidos por Omar Mukhtar (desde principios de siglo hasta 1931, aunque centrado especialmente en los dos últimos años), España mantenía su sangriento conflicto en el Rif, al lado mismo, y en el mismo desierto.
Como era de esperar, Anthony Quinn hace una interpretación magistral del líder beduino, como también la hace Oliver Reed del terrible general Graziani, encargado de la represión sin contemplaciones. Tanques, aviones, cañones, gas venenoso, serán empleados contra los resistentes y contra la población indefensa de las aldeas, quemándoseles cosechas,  incendiando poblados y envenenando pozos, en una terrorífica demostración de sinrazón, modelo al que no fueron ajenos los demás ejércitos invasores de África, que se repartieron el Continente a finales del siglo XIX, como si fuera una tarta sobre la que tenían todos los derechos.
Ante la fuerza de tan potente maquinaria de guerra:  poderosa artillería, numerosa caballería e infantería, así como el auxilio de aviones, el pueblo autóctono solo pudo contraponer su rebeldía y la violencia que impulsaba su dolor, tan bien plasmado en las miradas magistrales de la madre que ve morir a su marido y sus hijos guerrilleros, interpretada por Irene Papas.
Son 162 minutos de tensión, tal vez con exceso de acciones de guerra y decantada hacia el maniqueísmo de víctimas buenas y agresores que vuelcan su infinita maldad, con el leve  contrapunto de un joven teniente, que se atreve a desafiar a sus superiores al negarse a ordenar una ejecución de civiles inocentes, y un coronel comprensivo, que admira en el fondo al líder Mukhtar y entiende su causa, desde un silencio impotente y dolorido. Ciento sesenta y dos minutos en que los planos generales nos presentan la belleza de los amplios espacios de Libia, entre arena y rocas que se elevan, horadadas por cuevas y cortadas. Y en que abundantes  primeros planos nos comunican la angustia, el dolor, las inquietudes, bondades y maldades de unos personajes bien resueltos, desde niños aterrorizados en las devastaciones a los adultos enfrentados continuamente con la muerte.
La película está accesible You Tube y es interesante apuntar que en Italia ha estado prohibida, por lo malparado que -entienden- queda su ejército. Y es curioso que sea de origen USA y sufragada por la Libia de Gadaffi, cuando el coronel “no era malo” para los norteamericanos.
Resulta recomendable verla, o repasarla para los que ya la conozcan, porque a las interpretaciones magistrales, a los paisajes encantadores del desierto, se unen los apuntes históricos de lo que fue terrible colonización de la que serían víctimas los que padecieron las invasiones y los muchos soldados -carne de cañón- que se vieron obligados a participar en la carnicería.  Gran parte de ellos también fulminados en cruentos y crueles enfrentamientos de los que aquellos que sacaban el provecho en forma de transacciones comerciales, extracciones mineras, venta de pertrechos y armamento, se libraron, bien resguardados en sus respectivas metrópolis. Algo que sigue ocurrieron en muchas parte -¡como siempre!- todavía.

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