ELOGIO DE
LA RIQUEZA
De Quentin Massy, pintor flamenco (1466-1530) |
Por MOISÉS
CAYETANO ROSADO
Una vez que se rebasó la “crisis mundial de los
años setenta” (iniciada en 1973 como punto final del desarrollismo de la década
anterior y espoleada por la subida de los precios de los carburantes), pasamos
en el Mundo Occidental a los “felices años ochenta y noventa”, dos décadas de
prosperidad creciente, que se prolonga en los primeros años del siglo actual.
Poco a poco, incluso los países europeos del
Mediterráneo, que vieron salir de su suelo decenas de miles de trabajadores
cada año, camino de la próspera Centroeuropa,
comienzan a recibir mano de obra extranjera, como nuevos ricos,
dispuestos a favorecerse con la explotación de los demás.
España, que entre 1961 y 1975 había enviado a
dos millones de trabajadores fuera, llegó a las puertas de la crisis actual con
más de cinco millones de inmigrantes. Portugal, que en aquellos años vio
marchar a un millón y medio de los suyos, tenía antes del hundimiento en que
nos encontramos ahora medio millón de extranjeros.
Esos años de aparente dinero fácil,
especulación financiera, boom urbanístico descontrolado, tráfico de capitales y
dinero negro, connivencia de políticos todopoderosos y banqueros sin
escrúpulos, nos llevó a un “elogio de la riqueza” que creó un espejismo donde
muchos intentaron sacar provecho de lo ajeno.
Mientras se hacían leyes educativas donde se
resaltaban los principios del esfuerzo y de la solidaridad, los valores de la
convivencia y la ayuda mutua, para el progreso social, la vida real jaleaba los
méritos del enriquecimiento, elogiando a los triunfadores que manifestaban su
éxito en el despilfarro, cuando no en la corrupción.
Así, pasamos por unos postulados educativos
hipócritas, casi rozando el acratismo del “apoyo mutuo”, mientras se estimulaba
el salvajismo que en su día lamentaba Baltasar Gracián: “Cada hombre está solo
en la lucha del mundo, pues no se trata de una lucha de clases en la que cabe
solidaridad. Es algo más profundo: el hombre está solo en la lucha por la
vida”.
Y ahí estamos, en una profunda crisis que no
toca fondo todavía, donde parece que se hace más real aquello de “menos ricos
cada vez más ricos y más pobres cada vez más pobres”, que apuntara Carlos Marx,
como una especie de traca final del elogio de la riqueza que se nos enseña en
la vida, en contra de los postulados “románticos” de las leyes educativas que
van cayendo -ya sí- en el olvido, volviéndose al lema de “sálvese quien pueda”,
como una confirmación de la denuncia de Gracián.
La crisis mundial de 1929 no se resolvió hasta la
recuperación tiempo después de la II Guerra Mundial, treinta años más tarde. La
crisis actual, para muchos economistas, dejará corta a esa gran catástrofe
económica del siglo XX. Por lo pronto, está asumido que los jóvenes actuales
retrocederán en el estado de bienestar de la generación precedente: algo que no
ha ocurrido en ninguna etapa de la historia contemporánea, excepto en casos de
conflicto armado (que no han sido pocos, por otro lado).
¿Solo una generación padecerá las consecuencias
de tanto desatino cuyos responsables siguen encabezan la lista de los ricos que
apuntaba Marx? La crisis, desde luego, apunta para largo, y la pobreza se
extiende, tanto como se concentra la riqueza en manos de unos pocos.
Me encantó este artículo y sobretodo la cita sobre -estar solos en la vida-. Enhorabuena porque tocas el tema de la especulación, la miseria humana y la mirada mundial e individual de un modo muy social y que yo desconocía de tu trabajo. Las redes aproximan y han precipitado un cambio irreversible que en un nuevo orden mundial vendrá precedido y no muy lejano en el tiempo. Te felicito, porque he dusfrutado leyéndolo. Gracias.
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