Apertura de brecha en la muralla abaluartada de Badajoz en 1936. |
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09.06.12 - 00:28 -
NATALIA REIGADAS | BADAJOZ.
Badajoz ha sufrido el intento de derribo
de la Torre de Espantaperros, la pérdida de la puerta de Elvas y la
desaparición de 928 metros de muralla
La Diputación acogió ayer un debate sobre la destrucción del patrimonio
La Torre de Espantaperros es uno de los
emblemas de la ciudad, pero pocos saben que se salvó de milagro del derribo. En
1850 los entonces responsables del Ayuntamiento decidieron que debían demoler
este monumento porque estaba ruinoso, pero no tenían dinero para ejecutar la
obra. Volvieron a intentarlo en varias ocasiones, incluso le pidieron al
ejército que lo hiciese a cambio de ceder el hospital militar, pero no hubo
acuerdo. Así quedó abandonada durante años, pero se salvó y en 1926, al fin,
fue restaurada. Espantaperros es un ejemplo con final feliz, pero en muchas
ocasiones la historia acaba maltratando el patrimonio.
La Diputación Provincial acogió ayer una
conferencia seguida de un debate en el que expertos e historiadores repasaron
distintos casos de destrucción de los monumentos y se centraron especialmente
en Badajoz. Moisés Cayetano, autor de la ponencia, inició la charla con la
anécdota sobre la Torre de Espantaperros como ejemplo. «Hay que tener claro que
si no se derribó fue porque no había dinero».
El entorno de la Alcazaba, sin embargo,
sí acabó sufriendo los efectos del desarrollo de la ciudad. La construcción de
la carretera de circunvalación provocó la rotura de la coracha (una parte de la
muralla defensiva) y la puerta de Elvas.
El patrimonio pacense que más ha
sufrido, sin embargo, son los baluartes y la muralla que se construyó entre los
siglos XVII y XVIII como protección para la ciudad. Su destrucción, según
destacó ayer Moisés Cayetano, no solo se ha producido en Badajoz, sino en
muchas de las ciudades españolas con muralla.
La mayor parte de estos maltratos
comenzaron a mediados del siglo XIX con la tendencia a la construcción de
ensanches en las localidades. En 1831 Burgos fue la primera ciudad española que
destruyó su muralla seguida de Barcelona en los años 40 que incluso hizo
desaparecer su ciudadela.
«Las murallas defensivas pasaron a verse
como un cinturón que constreñía la ciudad y no la dejaba crecer», explicó ayer
Cayetano que añadió que incluso el Estado español apoyó estos expolios dado que
mantener en pie tanto patrimonio era muy caro. Por esa razón en 1859 se crea
una Real Orden que permite, literalmente, que se «derribe o abandone» la
muralla de ciertas localidades, pero no los castillos. En Extremadura esta medida
no afectó a Badajoz porque el ejército sigue considerando la ciudad como una
plaza fuerte desde el punto de vista estratégico.
Sin embargo otros pueblos si quedan
afectados por la real Orden, como Alburquerque, Valencia de Alcántara u
Olivenza. El peor caso se da en Valencia de Alcántara donde, en 1954, se
permite a los vecinos desmantelar la muralla, empezando por los revellines y
actualmente solo queda una pequeña muestra de cómo fue.
En Olivenza también se permitieron
varios derribos de 1905 a 1930 y como curiosidad, los vecinos usaron las
piedras del lienzo de muralla para separar huertos que actualmente se
mantienen.
Derribo de la Puerta de San Francisco en Olivenza, 1929. |
Se abre brecha
A Badajoz la tendencia por abrir la
muralla no llegó hasta 1933 cuando el ejército, al fin, cede la muralla al
Ayuntamiento de Badajoz. En poco tiempo se abren tres brechas. Una en dirección
a San Roque, ya que aparecía este nuevo barrio, otra por la avenida de Colón y
la última para construir la avenida de Huelva. Estas dos últimas se debían a
los proyectos para ensanchar la ciudad. Como curiosidad, en 1935 el conocido
Adelardo Covarsí, que era delegado provincial de Bellas Artes, denunció estos
derribos pero no logró pararlos.
Treinta años después, de nuevo, otro
delegado provincial de Bellas Artes, Manuel Terrón Albarrán, fue una de las
pocas personas que se opuso a los nuevos derribos que en los años 60 fueron
incluso más marcados y provocaron la desaparición del baluarte de San José, situado
donde actualmente está la Subdelegación del Gobierno. En total en ambas
actuaciones se derribaron 928 metros de muralla abaluartada por lo que en
Badajoz queda, incluyendo baluartes y revellines, 3.353 metros de los casi
cinco kilómetros que rodeaban completamente la ciudad.
Otra pérdida importante, según
destacaron ayer los expertos, fueron los cuarteles militares, algunos de gran
valor patrimonial como el de la Bomba (del estilo del cuartel de caballería en
Olivenza). Había 10 en Badajoz y todos se perdieron.
«La historia demuestra que la falta de
sensibilidad por el patrimonio es genérica. Se han producido desmantelamientos
irreversibles y a partir de ahora hay que actuar de forma legal, aunque es
cierto que cuesta mucho dinero», concluyó Moisés Cayetano.
P.D. Hay que agradecer la organización del acto por parte de la Asociación de Amigos de Badajoz, con la eficaz coordinación de Manuel Cienfuegos. La Mesa Redonda la enriquecieron el arqueólogo José Antonio Espada Belmonte y el historiador Julián García Blanco, que precisaron la importancia del respeto al patrimonio heredado en las rehabilitaciones y la elaboración de un Plan Director de las fortificaciones allá donde se actúe, para evitar las improvisaciones y las actuaciones aisladas que pueden sacar al conjunto de su propio contexto. Tanto José Antonio, como Julián, Moisés y Manuel, abogaron porque Badajoz trabaje de una manera sistematizada por la presentación de la candidatura en Red Transfronteriza de sus Fortificaciones Abaluartadas a Patrimonio Mundial. MCR.
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