FOTOGRAFIARSE CON PESSOA
Ahí
está, sentado y esperando con paciencia a los turistas sonrientes que comparten
su mesa para poder eternizarse en la fotografía. Delante de la mítica cafetería
A Brasileira, en el Chiado lisboeta.
Muchos
no conocerán ninguno de sus poemas, no habrán leído un solo verso, pero les
suena el nombre, o les llama la atención esa estatua de bronce, sedente, que te
ofrece asiento al lado, en medio del desassossego
de turistas que corren de uno a otro lado para empaparse fugazmente de una
Lisboa que exige tranquilidad en la visita. Otros recordarán sus heterónimos,
sus múltiples obras que le elevan al parnaso de los grandes, a él, tan
físicamente desapercibido, tan leve en su pasar humano.
¿Cómo
pudo escribir una obra tan ingente y tan gloriosa en sus 47 años de existencia,
en medio de ataduras laborales, viajes y las dosis imprudentes de alcohol que
le llevaron a la tumba? Tal vez por esa concentración premeditada en su
soledad: Com uma
tal falta de gente coexistível, como há hoje, que pode um homem de
sensibilidade fazer senão inventar os seus amigos, ou quando menos, os seus
companheiros de espírito, escribiría.
Una soledad que hoy día se altera con permanente
enfoque de cámaras que quieren llevarse la presencia del poeta, su intimidad
-compartiendo mesa- a los rincones más lejanos, en tanto él sigue ahí,
imperturbable, vivo o no, pero creativo siempre y todavía, porque Viver
não é necessário; o que é necessário é criar.
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