miércoles, 20 de junio de 2012


FOTOGRAFIARSE CON PESSOA


Ahí está, sentado y esperando con paciencia a los turistas sonrientes que comparten su mesa para poder eternizarse en la fotografía. Delante de la mítica cafetería A Brasileira, en el Chiado lisboeta.
Muchos no conocerán ninguno de sus poemas, no habrán leído un solo verso, pero les suena el nombre, o les llama la atención esa estatua de bronce, sedente, que te ofrece asiento al lado, en medio del desassossego de turistas que corren de uno a otro lado para empaparse fugazmente de una Lisboa que exige tranquilidad en la visita. Otros recordarán sus heterónimos, sus múltiples obras que le elevan al parnaso de los grandes, a él, tan físicamente desapercibido, tan leve en su pasar humano.
¿Cómo pudo escribir una obra tan ingente y tan gloriosa en sus 47 años de existencia, en medio de ataduras laborales, viajes y las dosis imprudentes de alcohol que le llevaron a la tumba? Tal vez por esa concentración premeditada en su soledad: Com uma tal falta de gente coexistível, como há hoje, que pode um homem de sensibilidade fazer senão inventar os seus amigos, ou quando menos, os seus companheiros de espírito, escribiría.
Una soledad que hoy día se altera con permanente enfoque de cámaras que quieren llevarse la presencia del poeta, su intimidad -compartiendo mesa- a los rincones más lejanos, en tanto él sigue ahí, imperturbable, vivo o no, pero creativo siempre y todavía, porque Viver não é necessário; o que é necessário é criar.

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