ARTE RELIGIOSO EN EL INICIO DEL CAMINO DE SANTIAGO (I)
Moisés Cayetano Rosado
El
Camino de Santiago es un tesoro natural y artístico de orden monumental. Los
paisajes montañosos de los Pirineos y el norte de la Península ibérica
constituyen un recreo extraordinario para todos los sentidos; el arte derramado
por campos, pueblos y ciudades -arquitectónico, escultórico, pictórico…-, un
tesoro difícil de igualar. No en vano la UNESCO declaró al Camino Patrimonio de
la Humanidad en 1993, reafirmando al francés en 1998.
Y en
el sur de Francia, al borde de los Pirineos, comenzamos un breve recorrido por
el inicio del Camino de Santiago. En Saint-Jean-de-Port, poco más debajo de
donde confluyen las tres grandes vías de peregrinaje, de Tours, Puy y Vézelay.
Iglesia de Notre-Dame, de St. Jean-Pied-de-Port |
Me impresionan
su cerca medieval, sus refuerzos artillados, la ciudadela del siglo XVII; pero
como ahora vamos mirando el arte religioso, hemos de apuntar su Iglesia de
Notre-Dame, al lado del puente que da acceso al barrio extramuros de los
españoles. ¡Magnífica iglesia y magníficas vidrieras que alumbran la penumbra
de un interior gótico triunfal! El mensaje de las vidrieras acompasa el
contenido con su luminosidad, como un guiño de cercanía a lo divino.
Iglesia Sta. Mª la Real. Sangüesa (Navarra) |
Pasando
Roncesvalles, resulta difícil la elección de paisajes y lugares. ¡Ah!, esos
templos románicos, rematados en empinados góticos, como la Iglesia de Santa
María la Real, de Sangüesa, con sus tres ábsides que la abrazan por detrás, su
magnífica portada mostrando el Juicio Final y el triunfo de Cristo, su torre
que parece la del Homenaje de un castillo, con remate en pirámide afilada…
Y tantas veces, a su lado, los
claustros airosos, impresionantes en su sosiego, sus arcadas sobrias en unas
ocasiones y recargadas de puntillas de piedras en otras, desde el románico
austero al gótico florido, con remates a veces del Renacimiento y Manierismo.
Claustro del Monasterio de Irache. Ayegui (Navarra) |
Se me queda grabado el del Monasterio
de Irache, en Ayegui, sencillo en sus arcadas apuntadas, apoyadas en pilares
octogonales, con resaltados contrafuertes y
sobreclaustro manierista. No es el más espectacular, pero su placidez,
el ligero abandono de sus instalaciones, que recorremos al detalle en las
partes incluso no ofrecidas al público, nos llaman especialmente la atención.
Y al lado, Estella, todo
un derroche urbano de belleza, acentuado en sus iglesias, entre las que es
difícil escoger. Pero me quedo con el tímpano de la portada de la del Santo
Sepulcro, llena de movimiento en sus escenas. Abajo, se representa la Última
Cena, donde no falta detalle ni en los gestos significativos de los trece
personajes, ni en las comidas sobre el mantel o los pliegues de éste, que caen
entre fruncidos espectaculares, dejando no obstante ver los pies de todos los
comensales; al medio, la Resurrección de Cristo y su Descenso a los Infiernos,
magistral puesta en escena del milagro divino y el terror de las condenas;
arriba, curiosa Crucifixión, algo más arcaizante, jerárquica en la presentación
de personajes, con los dos ladrones pequeñitos a ambos lados y Cristo al medio,
martirizado por sayones y asistido por la Virgen y San Juan.
Tímpano Iglesia Santo Sepulcro. Estella (Navarra) |
¡Cómo se les
mostraría, cómo se explicaría todo este conjunto doloroso y a la vez triunfal a
los fervientes peregrinos, con esa advertencia fatal de las entrañas del
infierno! No falta ni un detalle para
sobrecogerse: unos de miedo y otros, ahora, de admiración ante una obra tan
completa. Ese modelo de portadas, de tímpanos, nos irá acompañando en todo lo
largo del Camino.
Retablo gótico de Santo Tomás. 1507. Catedral de Pamplona |
Acaso, tras este
sobresalto, habría que encaminarse hacia Pamplona, y visitar su portentosa
catedral, de la que quiero recordar, puntualmente, entre sus muchas joyas -inabarcables
por su enorme grandeza-, el retablo gótico de Santo Tomás. Toda una filigrana
de molduras, con el Santo y Cristo -paciente ante su incredulidad- en el centro,
en tallas hermosísimas, con su alarde de pliegues dorados de los mantos. Y
rodeándolo, las tablas historiadas, resumida al completo -de principio a fin-
su vida y su mensaje.
Desde ese borde sur
francés hasta Navarra, nos habremos asomado brevemente a un ápice de su tesoro
artístico, para probar lo que, acercándonos, constituye un derroche de arte y
de creatividad que merece ver y volver una vez y otra sobre él. ¡Ánimo y a
descubrir lo que aquí únicamente se señala!
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