¿QUIÉN SE
ACUERDA DE NUESTROS EMIGRANTES?
Moisés
Cayetano Rosado
A mediados de los años setenta del siglo pasado
se cortó el flujo migratorio extremeño (tras la crisis mundial de 1973), que en
los veinte años anteriores se había llevado de nuestra tierra a más de 650.000
personas, camino de las zonas industrializadas de España y los países prósperos
de Centroeuropa.
En 1978 (hace treinta y cinco años ahora) se
celebraba el I Congreso de Emigrantes Extremeños, al que seguirían dos más, así
como la creación de un Consejo de Comunidades Extremeñas en los años
siguientes. A partir de ahí, el número de Casas Regionales en el exterior
creció de forma exponencial: de apenas media docena a mucho más de la centena.
La Junta de Extremadura creó una Consejería de Emigración y Acción Social, y se
legisló abundantemente para favorecer la acción extremeña en los lugares de
recepción de estos emigrantes, la atención a los mismos en los lugares de
acogida, así como facilitar acciones de retorno y reinserción.
Los años pasaron y, como tantas veces, la
sombra del olvido fue extendiendo su manto sobre lo que fueron entusiasmos
iniciales. Sombra de olvido que en los últimos tiempos -en que la excusa de la
crisis económica tanto se evoca para dejar atrás atención y compromisos- se ha
hecho espesa como una niebla densa que no nos deja caminar.
Y eso es lo que parece que nos falta: el
caminar unidos. El proyectar unidos. El realizar actuaciones que mutuamente nos
unan y enriquezcan.
Son muchos los emigrantes y activistas de
asociaciones y federaciones legendarias que me han confesado su cansancio, su
desánimo por la falta de apoyo institucional con el que mantener el plan de
contactos, actividades y promociones que han llevado y muchas siguen llevando a
cabo.
Semanas culturales de conocimiento y promoción
de nuestra historia, legado artístico, natural, patrimonial, culinario,
turístico, etc. Exposiciones de productos culturales, artesanales, industriales
de la tierra en los lugares de asentamiento. Visitas, excursiones
promocionales, intercambios juveniles y generales. En fin, toda una trama bien
tejida con los años de convivencia, conocimiento, escaparate exterior, etc.,
que se ha ido dejando de apoyar desde aquí, como si fuera una carga onerosa y
no un ventajoso lanzamiento de Extremadura en el exterior, gracias precisamente
a estos embajadores voluntarios.
¿No es posible rectificar esta desidia? Aunque
sea por “egoísmo regional”, ¿no se plantean utilizar de nuevo la infraestructura
de las Casas Regionales y el entusiasmo de sus socios para la promoción de
nuestros valores y productos? ¿Tanto cuesta el escaso apoyo que necesitan, que
las instituciones oficiales -capaces de despilfarrar en lo que no se debe- no
son capaces de sostener lo que en esencia es inversión pura? Mantener los lazos
y la ayuda es no solamente de justicia sino beneficioso para una región que
tiene fuera a más del 40% de los que aquí nacieron.
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