jueves, 28 de noviembre de 2013

ACUEDUCTO DA ÁGUA DA PRATA: UN PASEO CON GERALDO SEM PAVOR
Moisés Cayetano Rosado
Inaugurado el 28 de marzo de 1537, las el Aqueduto da Água da Prata de Évora fue construido en tiempo record: solamente duraron seis años las obras; casi un centenar tardó en hacerse el de Amoreira, de Elvas.
Bajo la dirección del arquitecto real Francisco de Arruda -el mismo que inició el elvense-, trae sus aguas desde donde hoy tenemos el Barragem do Divor, al sur de Arraiolos, descendiendo al sureste hasta Évora, con casi 19 kilómetros de recorrido.
A pesar de esta considerable extensión -como ocurre con el de Amoreira, y como es común a todos los acueductos-, la mayor vistosidad la adquiere en los valles, que en ambos casos citados corresponde precisamente con la entrada a la ciudad.
Así, el Acueducto da Água da Prata resulta especialmente atractivo en sus últimos dos kilómetros antes de entrar en la población, que es además el tramo más antiguo de los conservados, pues corresponde a la restauración del siglo XVII (tras los desperfectos ocasionados por la Guerra de Restauração, de 1640-1668). Los tramos anteriores son mitad subterráneos y la otra mitad fueron reconstruidos en el siglo XIX.
Este tramo final se prolonga en el interior de la ciudad, donde se conservan las arquerías -si bien algunas están solapadas por las construcciones urbanas-, llegando hasta la plaza central, la Praça do Giraldo, donde una excelente fuente de mármol blanco, con ocho caños (Fonte Henriquina, por el cardenal D. Henrique, rey de Portugal, que la mandó construir) sustituyó a la anterior -más modesta- antes de finalizar el siglo XVI.
Curiosamente, todo este espacio monumental -de arquerías airosas, levantadas en granito bien tallado, con espaciosos arcos de medio punto alzados sobre enormes pilares reforzados-, que va desde el Convento de S. Bento de Castris hasta la Praça do Giraldo, además de su belleza artística y complejidad técnica admirable, constituye un espacio digno de recorrer, en un paseo de 2’5 kilómetros (0’5 kms. en el interior de la ciudad) que nos hará rememorar las hazañas del guerrero cuyo nombre lleva la Praça, y que montado a caballo enarbola una espada ensangrentada, con dos cabezas cortadas a los lados: Giraldo Sem Pavor.
Al servicio del primer rey de Portugal -D. Afonso Henriques-, conquistó la ciudad a los musulmanes en 1165. Legendario guerrero cuyas peripecias se asemejan a las del Cid español, llegó incluso a invadir ciudades extremeñas como Trujillo, Cáceres, Montánchez, Santa Cruz de la Sierra, Badajoz y Lobón. Tenía su cuartel general en Juromenha, y la toma de Évora está envuelta en la leyenda.
Según las crónicas del siglo XVI (de Frei António Brandão y Mestre André de Rezende), estando Évora en una planicie descubierta, solamente una atalaya de S. Bento (donde está el Convento de S. Bento de Castris) era el punto estratégico de avistamiento de enemigos. Pero Geraldo aprovechó que el moro que vigilaba había cedido su puesto a su propia hija para retirarse a descansar, escaló la torre y degolló a la muchacha, haciendo lo mismo a continuación con su padre. Entonces, pudo hacer desde allí señales falsas a los servidores musulmanes de la plaza, que salieron en persecución de una partida de soldados que Geraldo dispuso para distraerlos, en tanto conseguía, en la confusión, entrar en la ciudad fortificada, apoderándose de ella.
Es una tentación, por ello, ir desde el Convento de S. Bento (cisterciense, del siglo XIII) a la Praça do Giraldo, siguiendo el Acueducto, que tras el anterior pasa al lado del Convento da Cartuxa (renacentista y barroco) y penetra en el Forte abaluartado de S. António (del siglo XVII).
Así, seguimos la ruta de leyenda de um esforçado capitão (en palabras de un investigador: Manuel de Carvalho Moniz -1966-) o um bandido que tinha por culto apenas a ladroagem (en palabras de otro: Oliveira Martins -1879-). Un Cid portugués, en suma, según otro más (David López-1940-). Disfruten del doble tesoro: la ruta y la leyenda de Geraldo -o Giraldo- Sem Pavor.

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