ALCÁNTARA, CIUDAD DE FRONTERA
Moisés Cayetano Rosado
Al igual que Valencia, la ciudad de Alcántara está a un paso de Portugal, a
donde nos invita a penetrar a través del
puente romano más bello y monumental que existe, escasos metros más abajo
de la espectacular presa, en la confluencia de los ríos Tajo y Alagón.
Al tomarlo, para encaminarnos al país vecino, dejamos
atrás un templete en honor al emperador
Trajano -de cuya época es el monumento- y los dioses Romúleos; en el otro
extremo, se levanta la torre defensiva de la fortificación, del siglo XVIII.
Y de este modo, entre un siglo y otro, del II al XIX, la ciudad extiende al visitante
sus tesoros, que nos obligan a una placentera visita reposada. Romanos,
árabes, caballeros de la Orden Militar de San Julián del Pereiro (cambiando al
nombre “de Alcántara”, al instalarse aquí en 1218), así como religiosos y
militares de la Edad Moderna, nos han proporcionado un legado singular.
De los primeros, el magnífico puente y su templete. De
los segundos, la traza urbana, el típico encalado de fachadas, las cilíndricas
chimeneas cupuladas. De los terceros, señoriales palacetes, iglesias tardorrománicas
y góticas, ermitas y especialmente el Conventual
de San Benito, levantado por la Orden de Alcántara.
El Conventual, Casa prioral de la Orden –convento,
hospedería e iglesia- se construyó en el siglo XVI, siendo en su exterior de estilo renacentista, con atractivo
claustro gótico interior y templo de tres naves, de ornamentación plateresca.
Allí, tras su acertada restauración, se celebran frecuentes actividades
culturales, sobresaliendo el Festival de Teatro Clásico, de periodicidad anual,
lo que hace de Alcántara una ciudad imprescindible en la ruta de los
espectáculos culturales del oeste de la Península.
Ya en la plena Edad Moderna, además de culminarse el
Conventual, destacan los palacios de los Topete Escobar, de los Barcos y de
Torreorgaz, así como la ermita de los Remedios y la iglesia de San Pedro de Alcántara, en cuya
entrada -en la plaza- encontramos una magnífica
escultura del santo natural de la villa. De esta época son los importantes
restos de muralla abaluartada que reforzaron la medieval y defendieron la
ciudad en las continuadas guerras con los vecinos portugueses.
A causa de ello, la
ciudad fue fortificada “a la moderna”, con un recinto abaluartado, del que se
conserva buena parte de su lienzos de murallas y baluartes, que necesitan
de una actuación restauradora para ponerlo en valor, pues es un patrimonio
monumental e imprescindible para conocer la historia de nuestra Raya.
Pero con ser toda la ciudad un puro monumento, no lo
es menos el arte de su cocina, expoliando las propias tropas napoleónicas el
recetario de los frailes del convento de San Benito, con lo que después se
alzaría en buena parte la refinada y famosa “cocina francesa”. Todos aquellos
platos que hablen “de Alcántara” -si no hay fraude- han de ser de garantía.
¡Qué bacalao... a la moda de
Alcántara, frito con aceite de oliva, patatas, espinacas y ajo! ¡Qué perdiz... a la moda de Alcántara,
con su brandy, vino de Oporto, mantequilla, almendras, pimienta negra y sal!
¡Qué delicia de faisán!
Para
postre, mormenteras -¡también!- de Alcántara,
extraordinario dulce de origen árabe. Todo ello en sus múltiples y asequibles
restaurantes, que alegrarán el camino de todo visitante.
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