lunes, 7 de enero de 2013


CINE LATINOAMERICANO
Por Moisés Cayetano Rosado
Me gusta especialmente el cine japonés, tan elegante, pausado, expresionista en los personajes e impresionista en los paisajes. Desde El intendente Sansho (1954), la mítica película de Kenji Mizoguchi, al Hara-Kari. Muerte de un samurái (2011), de Takashi Miike, he ido saboreando el “tempo lento” del cine nipón, donde cualquier detalle es cuidado en extremo.
Igual me pasa con el de Próximo y Oriente Medio. Los limoneros  (2008), con el enfrentamiento palestino-israelí de fondo, o las iraníes Buda explotó por vergüenza (2007) o El caballo de dos piernas (2008), donde un mundo de miserias, incomprensiones y desvalimientos son tratados con una sensibilidad que emociona.
Cualquiera de ellas podemos verla sin problemas conectándonos a YouTube, lo que es una tentación, porque “enganchan”, y la oferta es extraordinaria.
Pero en estos días, estoy “entregado” al cine del “otro lado del charco”, en concreto al Latinoamericano. Esa zona de donde proceden los más indignos culebrones por entregas que diversas cadenas de televisión ofrecen en seriales interminables. Mas de donde nos llega una producción cinematográfica variada, riquísima, entre la que me he decantado por el “cine de compromiso”, que llamamos también testimonial o social.
Dejo una relación de películas, de los últimos años, descargadas en YouTube, al alcance de todos, entre las muchas que podría señalar, y que merecen ver o volver a ellas. Abrevio sin mencionar director, actores, etc. por ser información accesible sin problemas por internet, como las mencionadas más atrás:
Así, empezando por la más antigua, he visto un duro alegato contra los abusos de poder político-militar sobre la población indefensa, la peruana La boca del lobo (1988), cruda y aleccionadora, magnífica en su “tiempo pausado”.
Luego, La vendedora de rosas (1998), colombiana, que nos recuerda a las españolas “Perros callejeros” (1977) o “Deprisa, deprisa” (1981), con ese submundo delicuencial, marginal, de drogas, violencia y falta de salidas para preadolescentes y jóvenes de suburbios miserables. También con personajes y actuaciones de la vida real, tan real como que algunos terminaron su existencia asesinados durante el propio rodaje, o alguna quitando fríamente la vida a otra persona. Impresionan los retratos psicológicos de unos jóvenes a los que no les queda un mínimo asidero por el que vivir.
En el mismo sentido va Cidade de Deus, film brasileño de 2002, donde la supervivencia difícil en las favelas de Río tiene una amplia base real, desgarradora.
El tigre de Santa Julia, mexicana, también de 2002, encuadrada en la épica popular, me ofreció una tregua en medio de la tragedia de los adolescentes callejeros: el “justicialismo” personal y grupal, tipo de la española “José María El Tempranillo” (1964), ofrece una oportunidad “heroica” a los más desfavorecidos.
Pero con la argentina Memoria del saqueo (2004) vuelvo a la temática de la peruana mencionada antes, esta vez más globalizada la represión sobre el pueblo desde los poderes gubernamentales, con una tensión dramática en modelo documental, apabulladora. En Argentina se está produciendo un cine extraordinario.
De 2005 es la venezolana -coproducción con España- Maroa, nuevamente enclavada en el suburbio y los sueños adolescentes por buscar un mundo mejor, saliendo de la miseria y la desesperanza generalizada.
La hamaca paraguaya (2006), del país de donde lleva el nombre, me trajo al recuerdo la versión cinematográfica de “El coronel no tiene quien le escriba” (1999). Pero con más lentitud en la filmación, planos fijos, largos, y con tanta riqueza literaria en los monólogos y escuetos diálogos del matrimonio anciano protagonista, que esperan la vuelta imposible de su hijo muerto en la guerra del Chaco, entre Paraguay y Bolivia. ¡Cuánto desvalimiento y cuanta dulzura en los protagonistas!
Del mismo año vi Qué tan lejos (2006), hermoso y nostálgico recorrido por Ecuador, donde el amor juvenil frustrado se entremezcla con la problemática de la subsistencia en un país complejo y hermoso.
De 2007 es El baño del Papa, producción uruguaya, entre la comedia y el drama. Comedia por las situaciones y drama por el desenlace previsible, llena de colorido, dinamismo, y con una capacidad extraordinaria paras denunciarnos las dificultades de la sobrevivencia en la gente sencilla, con rasgos de humor y distensión.
La vida de los peces, chilena, de 2010, trata del desarraigo de la emigración, la dificultad del regreso, la imposibilidad de retomar amistades dejadas, el desencuentro con nuestro propio pasado. Largometraje intimista en medio de una producción nacional muy marcada por la dictadura de Pinochet.
La Yuma, nicaragüense, igualmente de 2010, trata el tema de la lucha por la vida, del batallar por salir de la miseria del suburbio, esta vez a base de “golpes de boxeo”, con una protagonista que ha de cargar con sus problemas y los de sus familiares, en medio de la violencia del entorno familiar y social.
Por último, reseño Habanastation, cubana de 2011, donde nos presentan el tema de las desigualdades sociales manifestadas en dos críos (de suburbio deprimente uno y de barrio acomodado otro), que van descubriendo así los fallos de una Revolución que no logró la igualdad proclamada, aunque recurriendo a veces a maniqueísmos excesivos y presentación de situaciones contradictorias no bien elaboradas, cayendo en tópicos facilones.
En fin, toda una riqueza cinematográfica de la que he pretendido presentar una pequeña y telegráfica muestra, donde hay un poco de todo, dentro del buen cine y de unas temáticas variadas, con contenido humano para recapacitar.

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