EL CONTROL DEL CARNAVAL
Entendía que el Carnaval era una fiesta
alocada. Y como de niño lo viví estando prohibido; perseguidos los que se
atrevían a disfrazarse haciendo de su capa un sayo, condenados por la Iglesia y
escondidos de la Guardia Civil, pues lo internalicé como una fiesta enfrentada
a la formalidad de los poderes, irreverente, desobediente.
Como cada uno intentaba hacer lo que le daba la
real gana y se disfrazaba de lo que podía o quería, sin mirar para el lado a
ver si el otro lucía mejor conjunto, y los grupos eran de lo más variado,
disparatado y alocado, pensé que el Carnaval tenía que ser una fiesta
totalmente a contracorriente de normas y de organizaciones, despreocupado,
distendido, burlesco, pícaro, impúdico y lúbrico.
Sin embargo, lo veo cada vez más controlado,
manejado en su organización por las autoridades a las que se supone debería
zaherir, zarandear, vapulear. Lujoso, derrochador, artístico, de puesta en
escena que a veces deja cortos a los montajes de Hollywood; creativo, sí, pero
perfectamente estructurado, reglado, normativizado, dirigido.
Y, sobre todo, me llama la atención la
“disfracera” de los niños en sus “coles”, que cada vez se impone y se
generaliza hasta lo obsesivo: la clase de 1º A de elefantitos; la de 1º B de
libélulas rojas; la de 2º A de pitufos y pitufas; la de 2º B de Supermanes… y
así hasta los últimos del Centro, con medidas estándares, texturas, hechuras,
tipo de colorete…
Eso está muy bien, y es una forma de “educar en
la variedad consonante con la uniformidad”, que puede ser un objetivo de la
“escuela renovada para los tiempos que el actual tiempo nos depara”. No
obstante, yo sigo mirando el Carnaval con los ojos de aquel niño que fui, y veo
a mis vecinos, temerosos, escondidos con sus disparatados y disformes andrajos,
capiruchos, sotanas raídas y gorros militares desfondados, esperando a que
pasara la “Ronda de Civiles” para volver al medio de la calle, canturreando
disparates, que ponían boca abajo todas las estructuras terrenas y sobre todo
celestiales.
Moisés Cayetano Rosado
Totalmente de acuerdo. El carnaval ya no es lo que era, ni por asomo.
ResponderEliminarIANTT- Jesús