FORTIFICACIONES ABALUARTADAS, GUERRA CONTRA LAS
INVASIONES FRANCESAS, AVATARES POSTERIORES Y FUTURO
Por Moisés Cayetano Rosado
FORTIFICACIONES RAYANAS AL COMENZAR EL S. XIX.
El
mantenimiento de las fortificaciones siempre supuso un coste económico muy gravoso
para los respectivos países y para las poblaciones que las tenían. En la Raya
hispano-portuguesa -de tantas confrontaciones bélicas a lo largo de los siglos
XVII y XVIII- su mantenimiento se hacía aún más dificultoso, pues la economía
de España y Portugal, y en particular de las regiones rayanas, tocaba fondo.
Por eso,
a comienzos del siglo XIX, las deficiencias son generales en todas ellas, y las
necesidades de reparación se veían dificultadas por todo este cúmulo de
problemas; además, hay que tener en cuenta que la complejidad de las obras en
el interior de las plazas (cuarteles, depósitos de intendencia, polvorines,
almacenes de pertrechos militares, hospitales…), en la cintura de murallas
(parapetos, cortinas, baluartes, garitas, cañoneras… de mayor grosor y
consistencia), en los elementos exteriores (amplios fosos, revellines y
mediaslunas, glacis, galerías,
contraminas…), etc. exigían una mayor inversión, para enfrentarse con éxito a
una artillería de ofensiva cada vez más potente.
PRIMERA INVASIÓN FRANCESA EN LA RAYA. RESISTENCIA DE CASTRO MARIM.
En medio
de estas circunstancias de deficiencias materiales y necesidades económicas, se
producirán las primeras acciones de ocupación francesa en la Raya.
El
Algarve se revuelve a mediados de año contra la administración francesa
encomendada al general Antoine Maurin desde febrero de 1808. Castro Marim,
notablemente fortificado (con castillo medieval adaptado a la ofensiva
artillera, fuerte abaluartado en lado opuesto, cerco envolvente de murallas y
baluartes, baterías exteriores, imponente revellín…), se constituye en
primordial núcleo de resistencia, conteniendo el intento de invasión del
coronel Marazin, y no vuelve a ser molestada en toda la contienda, estando bien
dotada de soldados y armas. Posteriormente, entre 1819 y 1829, verá reforzados
sus baluartes, cortinas y casamatas, acogiendo el Batalhão de Caçadores 4; solo
a mediados de siglo se romperán las murallas de comunicación, por la expansión
urbana.
En julio
del mismo año, Évora y Estremoz -que se rebelan contra los franceses- sufrirán
la represión de las tropas invasoras, que entraron por la Beira Baixa, donde
destruyeron parcialmente el Fuerte de la Concepción, elemento esencial en este
eje de penetración, entre Ciudad Rodrigo y Almeida.
SEGUNDA INVASIÓN. DESTRUCCIÓN PUENTE DE ALCÁNTARA.
Tras
haber salido de Portugal, por la Convención de Sintra -al ser vencidos por los
ingleses en septiembre de 1808-, protagonizarán una segunda invasión al año
siguiente. Entran esta vez por el norte, comandados por el mariscal Soult,
tomando Chaves. En estas ofensivas de marzo a mayo de 1809, sufrirá Alcántara
un saqueo y destrucción importante el 14 de mayo de 1809, a lo que los aliados
“responderán” el 10 de junio destruyendo el segundo arco del Puente romano, vía
crucial de comunicación entre España y Portugal.
Sir
Arthur Wellesley, futuro Duque de Wellington, consigue repeler esta segunda
invasión, ocasionando una penosa retira de Soult en dirección a Ourense. No
obstante, las acciones más duras de la invasión francesa aún no se habían producido;
éstas serán sistemáticas en la Raya desde mayo de 1810 a junio de 1811.
TERCERA INVASIÓN. TOMA DE CIUDAD RODRIGO Y ALMEIDA.
Así, el
mariscal Michael Ney sitia Ciudad Rodrigo a finales de abril de 1810,
ocupándola el 10 de julio. A consecuencia de ello, y para que no cayera en
poder francés, el general inglés Robert Crawford -de acuerdo con Wellington-
mandó volar el cercano Fuerte de la Concepción ese mismo mes, quedando en
ruinas hasta la actualidad (aunque con menos piedras, por las muchas que se han
ido llevando los lugareños…), en que parcialmente se ha restaurado para
funciones hoteleras e histórico-culturales.
A
consecuencia del sitio de Ciudad Rodrigo, el brigadier Herrasti -al mando de la
plaza- consiguió con su resistencia retrasar la penetración en Portugal,
permitiendo a Wellington reorganizar la defensa general y construir las “Linhas
de Torres Vedras”. Las “Linhas” son un conjunto de fortificaciones y otros
elementos situados en el norte y noreste de la península de Lisboa, para su
defensa y en caso de derrota permitir el embarque seguro del ejército británico
en repliegue. Precisamente, en esta tercera invasión, consiguen impedir que el
ejército francés al mando de André Masséna acceder a la capital del reino, y
finalmente provocan su retirada de Portugal.
Inmediatamente,
Masséna, pasó a Almeida, que cercaría el 24 de julio y toma el 28 de agosto,
tras hacer estallar un proyectil francés su polvorín principal el día 26,
causando fuertes destrozos.
Wellington
la recuperó en 1811, cercándola del 12 de abril al 10 de mayo; los franceses
volvieron a volar la fortificación al huir, destruyendo tres de los seis
baluartes. Previamente, ambos ejércitos habían mantenido una importante Batalla,
entre Vilar Formoso (Portugal) y Fuentes de Oñoro (España), del 3 al 5 de mayo,
en la que el mariscal Masséna, con 40.000 infantes y 5.000 de caballería,
fracasó frente a Wellington, que comandaba a 34.500 soldados de infantería y
1.500 de caballería. A partir de ahí, el mando francés pasaría al mariscal
Marmont, que mantiene diversos enfrentamientos con los aliados, culminando en
la Batalla de Arapiles (en Salamanca, julio de 2012), donde fue derrotado por
Wellington.
Antes de
esta batalla, el mariscal inglés consiguió recuperar Ciudad Rodrigo, el 19 de
enero de 1812, tras doce días de asedio, siendo sometida la ciudad a terribles
saqueos, violaciones, asesinatos: el gobernador de la plaza, Barrié, se había
negado a rendirse y ésta era la “compensación” de guerra a que la soldadesca
asaltante tenía derecho.
ASEDIOS A BADAJOZ, OLIVENZA, ALBURQUERQUE, CAMPO
MAIOR.
Durante
esta tercera invasión francesa, Badajoz sufrirá cuatro asedios. El primero a
cargo de los franceses, del 26 de enero al 10 de marzo de 1811, en que tras
morir en la ofensiva el gobernador de la misma -general Menacho-, fue
sustituido por el general Imaz, el cual capituló ante el mariscal Soult, que
había abierto brecha de más de 30 metros entre los baluartes de Santiago y San
Juan, en la zona sur de la ciudad, a la izquierda del río Guadiana.
El
segundo asedio, de 8 a 14 de mayo (primero de los aliados), es dirigido por el
general Beresford, que “se encontró con una fortificación más fortificada y
perfeccionada de lo que se esperaba y tuvo que optar por atacar la ciudad desde
la orilla derecha del Guadiana, dirigiendo sus ataques contra el fuerte de San
Cristóbal y la Alcazaba”, como afirma Carlos Sánchez Rubio en “Los asedios de
Badajoz” (O Pelourinho, nº15, pg. 69). El sitio fue levantado para participar
en la Batalla de la Albuera, que tuvo lugar a 22 kilómetros de Badajoz el 16 de
mayo, con más de 60.000 contendientes y pírrica victoria aliada.
El día 20
de mayo, y hasta el 17 de junio, se retomaría el asedio. Este tercer asedio
(segundo aliado), dirigido por el mismo Wellington, realizado desde las mismas
posiciones que el anterior, se levantó también sin éxito, ante la inminente
llegada de tropas de socorro encabezadas por Marmont y Soult, que efectivamente
aparecieron el día 20.
Por fin,
un cuarto asedio (tercero aliado) llevaría a la conquista de la plaza por
éstos. Wellington la toma al asalto desde distintas brechas abiertas, tomando
la ciudad “a sangre y fuego”, y siendo sometida durante más de dos días al
pillaje, robo, destrucción, violaciones, asesinatos superiores incluso a los de
Ciudad Rodrigo; también en esta ocasión el gobernador, general Philippon, se
había negado a rendirse, y éste era el castigo aliado… para la población ¡invadida
por los francés!
Olivenza
igualmente padecería por estas fechas el asedio napoleónico; el mariscal Soult
la tomó el 23 de enero de 1811, tras doce días de cerco. La reacción aliada
triunfaría poco después, el 15 de abril, tras un asedio de seis días, al que
siguió nueva recuperación francesa el 21 de junio, procediendo a destruir la
fortificación en las jornadas posteriores. Once meses después pasaría a dominio
español.
Otras
poblaciones asediadas en este año trágico de 1811 serían Alburquerque, tomada
por Latour-Maubourg el 16 de marzo, procediendo a continuación a destrozar los
refuerzos artilleros. O, al otro lado de la frontera, Campo Maior, sitiada por
el mariscal Mortier del 8 al 21 de marzo, en que se rinde el mayor Talaya -que
la comandaba-, ante su inferioridad de efectivos y la falta de pólvora para
continuar la defensa.
En esta
zona, Elvas había sido concienzudamente reforzada en sus fortificaciones. Entre
1763 y 1792 se construyó el portentoso
Forte de Nossa Senhora da Graça, bajo las propuestas del mariscal conde Lippe y
la dirección de los ingenieros Valleré y Étienne. A inicios del siglo XIX se
reforzaría el conjunto con fortines, dos flanqueando al Forte de S. Luzia y el
otro al lado del acueducto.
BREVE CUARTA INVASIÓN DE PORTUGAL.
Durante
el mes de abril de 1812, el ejército francés -que se había retirado de Portugal
en el mes de junio del año anterior- vuelve a invadir, nuevamente al mando del
mariscal Marmont, penetrando por el valle de Côa. El general Clausel intentó
tomar, sin éxito, Almeida. Atacan también a Castelo Branco y saquean a
continuación Pedrogão y Medelim. Pero el día 24 se retira Marmont de Portugal,
acabando así cuatro años de ruina y destrucción, de sangrientos
enfrentamientos, saqueos, robos, violaciones en unas poblaciones alternativamente
invadidas, liberadas, vueltas a invadir y liberar… a pesar de sus
fortificaciones, a veces abandonadas, pero otras veces reforzadas con gran
esfuerzo, aporte humano y económico, y escasamente efectivas ante los avances
de las técnicas de sitio y de la creciente potencia artillera.
AVATARES Y FUTURO DE LAS FORTIFICACIONES
ABALUARTADAS.
Pasadas
las Guerras Napoleónicas, al tiempo que se va restableciendo la concordia
peninsular, se asiste paulatinamente a una expansión urbana extramuros en las
poblaciones de frontera. Si a ello unimos lo costoso del mantenimiento de las
fortificaciones y lo insalubre de los fosos al llenarse de agua de lluvia que
se empantana, de escombros que allí se arrojan… se entiende que las poblaciones
con fortificaciones abaluartadas vean en estos elementos defensivos “un corsé
que aprisiona”, un escollo al progreso expansivo del urbanismo, una carga
económica y un peligro por los derrumbes
que ocasiona su falta de mantenimiento.
Así,
recurren a peticiones las entidades oficiales municipales, los vecinos, los
medios incipientes de comunicación, en el sentido de desmantelar las murallas,
a partir de mediados de siglo XIX.
Una Real
Orden española de 22 de enero de 1859 mandaba, precisamente, abandonar las
plazas y fuertes siguientes: Castillo de Jaca, Bayona, La Guardia, Ayamonte,
Bayona, San Sebastián, Almería, Alicante, Ciudadela de Valencia, Alburquerque y
Valencia de Alcántara (aunque conservándose sus castillos, enajenándose al
mismo tiempo los terrenos y edificios militares interiores con arreglo a la Ley
de Desamortización). En otras fortificaciones, como son Molina de Aragón,
Berga, Denia, Peñas de San Pedro, Castro Urdiales, Motril, Guetaria, Ciudadela
de Menorca y Olivenza, no debía invertirse cantidad alguna en su mejora,
mandándose demoler lo que se considerara necesario.
Y así,
por ejemplo, en el Plan de Ensanche de Valencia de Alcántara, en 1861, se
permitía ampliar las casas contra la muralla, e incluso utilizar a éstas como
canteras, comenzando por los revellines delante de las puertas de entrada. Hoy
día, lo que queda de su fortificación abaluartada es solamente un baluarte, un
fragmento de cortina de otro y una puerta de entrada, aparte del fuerte que
rodea el castillo.
En Olivenza, desde
1859 se permitió construir libremente en el circuito abaluartado, consintiéndose
la demolición de las murallas, utilizada en parte para cercado de parcelas
rústicas. ¡Pero incluso a comienzos del siglo XXI se ha vaciado de tierra todo
un baluarte, dejando la camisa peligrosamente “desnuda” y provocando la caída
parcial de un caballero interior!
En Vila Viçosa, en
los años treinta -de tantas modificaciones desafortunadas en el patrimonio
fortificado- se eliminó una puerta de entrada al recinto medieval, lienzos y un
revellín de su abaluartado (sometido ahora al abandono).
Y es que
en el siglo XX continuaron las destrucciones, incluso contraviniendo el
ordenamiento jurídico vigente, como es el caso de Badajoz en los años sesenta
al arrasar con un baluarte y varios tramos de muralla, a lo que se opuso
tajantemente la Dirección General de Bellas Artes, que logró paralizar en parte
los derribos. ¡E incluso hoy día se eliminan partes significativas de las
edificaciones militares interiores del Fuerte de San Cristóbal, para facilitar
la construcción de una terraza-mirador cubriendo gran parte del espacio
interior, con tal de utilizarlo en festejos, bodas, reuniones…!
En otras,
¡en tantas!, la destrucción, el abandono, la desidia, han ido haciendo estragos
muchas veces irreparables. Pese a todo, nos queda en la Raya patrimonio
abaluartado suficiente como para poder sumar todo un “rosario de
fortificaciones” a la calificación de Patrimonio de la Humanidad, que a finales
de junio de 2012 obtuvo Elvas, en la reunión de la UNESCO que tuvo lugar en San
Petersburgo (Rusia).
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