martes, 11 de diciembre de 2012


FLAMENCO-TANGO-FADO
Fado en la adega de mi amigo António Gonçalves. Campo Maior.
Por Moisés Cayetano Rosado
He vuelto a ver, seguidas, las tres películas que dirigió Carlos Saura, regalándonos el espectáculo del profundo sentimiento de nuestra alma universal. “Flamenco” (1995), “Tango” (1998) y “Fados” (2011) son tres films que nos sumergen en la esencia de unos pueblos sufrientes, que han conseguido que sus versos, su música, de desgarrada soledad, de nostalgia y añoranza, de taberna humilde, de desarraigo y frustración, de sueños esfumados… hayan conseguido elevarse a Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
La UNESCO así lo reconoció en 1999 para el cadencioso, soñador canto porteño, en el que lo autóctono se enriqueció con la aportación de nuestros emigrantes europeos, llegados en masa a finales del siglo XIX y principios del XX, principalmente desde Italia y España. En 2010 le llegó la nominación al flamenco, que se desarrolló en Andalucía como una muestra de su creatividad surgida desde el dolor y la protesta intensa que brota desgarrada como un torrente desbocado. Un año después sería el fado quien lograra el galardón, este emotivo canto tan profundo, tan íntimo, conmovedor en la elegancia de Coimbra y dulce, poético, en los barrios populares de Lisboa.
En este blog ya abordé recientemente el tema, a propósito de “Fados”:
Ahora vuelvo brevemente para  recomendarlas otra vez, y para reafirmar mi cercanía a estas tres manifestaciones del genio universal, elevadas a esta categoría desde su enraizamiento localista. Porque el tango se pega como lapa a las tugurios del puerto de Buenos Aires; el flamenco a los patios de nuestros pueblos del sur, y el fado a las casas humildes de Lisboa, a los rincones de las calles del casco viejo de Coimbra. Y desde allí se extienden a sus países respectivos, y crecen, dan la vuelta al mundo, girando en rotación con él, y en traslación al infinito.
¡Cómo viví de niño el flamenco, de joven el tango y de mayor el fado! Tenerlos ahora unidos a los tres, gracias a la labor documental, cinematográfica de Carlos Saura, es reunir el hilo de toda una vida, nuestras vidas al fin, en una sola tarde de sueños y misterios.

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