"LOS NIÑOS DE EXTREMADURA VAN DESCALZOS"
Por Moisés Cayetano Rosado
Alguna
vez he referido la entrevista que le hice para el periódico HOY al gran poeta
Salvador Espriu ¡hace cuarenta años! A
pesar de todo tiempo transcurrido, me sigue resonando aquella frase suya:
“Ustedes los castellanos es que no nos comprenden o no quieren comprendernos”.
En esa ocasión, tan joven, me quedé de piedra. De piedra porque yo no me
sentía, no me siento, castellano, y no fui capaz de decírselo, de comunicarle
mis reflexiones interiores, que realizo ahora.
No, yo no
soy castellano. Soy extremeño. Procedo de una tierra que resistió a la invasión
del Imperio romano con todo su coraje y un líder lusitano, Viriato, que mantuvo
en jaque al invasor con su estrategia de guerrillas.
Una
tierra que, romanizada, tuvo un intenso desarrollo cultural e influencia por
esa macrorregión que hoy forman Extremadura y Alentejo. De aquella época nos
queda una de las ciudades con mayor legado arqueológico romano de Occidente:
Mérida, capital de la Lusitania.
Esta
tierra, luego, tras la invasión islámica llegó a conformar el Reino Aftasí que
se extendió hasta Setúbal y Lisboa, y del que nos quedan importantes legados,
como la Alcazaba almohade de Badajoz, una de las más grandiosas del arte
constructivo militar musulmán.
No soy
castellano, sino de esta tierra a la que la Reconquista castellana engulló,
bajo control de las Órdenes Militares, sus Maestrazgos y Encomiendas, que
repoblaron nuestro suelo y gestionaron su riqueza: esas ovejas merinas y su lana, que
se manufacturaba fuera, enriqueciendo a otros, potenciando su desarrollo
industrial.
Luego, al
llegar la Edad Moderna, se conformarían los grandes Señoríos, la acaparadora
nobleza ante la que miles de campesinos sojuzgados tomaron la decisión de buscar
un destino de salvación en la recién “descubierta” América: tras Sevilla,
Extremadura ofrece los mayores porcentajes de emigración de los siglos XVI y
XVII; estábamos siendo desposeídos de medios de subsistencia y había que
marchar “a la aventura”, donde algunos triunfaron (los “conquistadores”, entre
los que sobresalieron tantos extremeños) y muchos se hundieron en la desventura
y el olvido.
¿Qué
decir de lo que luego nos esperaba aquí? Las desamortizaciones del siglo XIX
acabaron de proporcionar a los ya potentados y burguesía ascendente los
latifundios que monasterios y concejos aún tenían, usufructuados en parte por
un pueblo que ahora se queda por completo sin ellos: nueva emigración, más
desposesión y miseria. ¡Por si fuera poca la que nos proporcionaron las Guerras
de Restauración con Portugal (1640-1668), las de Sucesión de la Corona española
(1701-1714) y las de Independencia contra Francia (1808-1814), tan virulentas
en la frontera, ocupada por decenas de miles de soldados a quienes mantener, con
tantas muertes, tantos enrolamientos a la fuerza, tantos saqueos, tantas
destrucciones…!
Pero el
siglo XX nos reservaba otra “seña de identidad”: ser la zona con mayor
porcentaje de emigración de toda la cuenca mediterránea, pues la mitad de
nuestros habitantes tuvieron que marchar a otros lugares de la Península y de
Europa.
Sí,
nosotros, los extremeños, tenemos nuestras propias raíces, nuestra propia
idiosincrasia. Compartimos con “los castellanos” el idioma, pero también con
los cubanos, y con los argentinos, y con los colombianos, o los chilenos, o los
peruanos, o los dominicanos… en fin más de la mitad de América, y no por ello
somos de ninguna de esas queridas naciones.
Es decir,
las sensibilidades de los pueblos, la identidad diferencial, no va únicamente
unida a la lengua; también a las raíces históricas, al legado cultural,
patrimonial, los sufrimientos y también alegrías de sus antecesores. “Los niños
de Extremadura/ van descalzos./ ¿Quién les robó los zapatos?”, escribía Rafael
Alberti en 1933, resumiendo tantos años de historia y de zozobra.
Tal vez
los catalanes no son bien comprendidos por el resto de los habitantes de la
Península. Y lo lamento. Y apoyaré siempre las decisiones expresadas
democráticamente, la voluntad del pueblo en sus proyectos de futuro. Pero somos
más pueblos los que también formamos
este solar ibérico, tan diferente y rico, tan complejo y respetable cada uno,
con sus aspiraciones a veces tan calladas, tan sin voz.
Comprendernos
y respetarnos todos en nuestra identidad y en la diversidad es nuestro reto:
“Recuerda siempre esto, Sefarad”, decía Salvador Espriu. Recordémoslo todos,
seamos de Castilla, Aragón, Andalucía, Extremadura…, Cataluña Galicia, País
Vasco, Valencia, Portugal…
es el salvador espriu?
ResponderEliminarel de la foto es el salvador espriu el poeta?
ResponderEliminarLa foto es de un niño extremeño.
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